El otro día, el once de septiembre, estuve en Barcelona, para celebrar "La Diada Nacional de Catalunya". Vi al pueblo en la calle, dos millones de personas, familias con hijos, abuelos con nietos, jóvenes, parejas con esteladas… En sus caras, en todas, se veía aquella felicidad que la esperanza transmite a la ilusión, y ésta lanza a los cuatro vientos el mejor mensaje de dicha contundente y real. Ni un asomo de altercado, ni un atisbo de duda o desconcierto, sólo alegría y baile, castillos y cantos a nuestra Catalunya libre. Castillos que cada vez llevan más al cielo, los anhelos del pueblo sano y libre. Alguna lágrima al contemplar tanta belleza, tanta paz interior, tanto respeto, pese a todo, y sobretodo, tanta fe. Sólo les queda mirar a otra parte, porque si ven lo que vio todo el mundo mundial, que no esté ciego, claro, se les cae la cara de vergüenza... claro que si la tuvieran, no habríamos llegado a esta situación irreversible. ¡Viva Catalunya eterna y libre!
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