Se apartó de mí el aprecio, la consideración, la persistencia,
me invadió el olvido, y hasta un conato de cruel indiferencia...
irrumpió como un dardo inflexible desconectando,
por momentos, todos mis instintos vitales...
Puse, como una avestruz, la cabeza debajo del ala,
y me aparté del sol y del oxígeno, y me dejó la vida,
y pululé por los apartados, supuestamente llenos de nada,
y capté los sinsabores de la crueldad...
Después, tocó el despertador, todo un alivio...
y, en un abrir de ojos, encontré tu mano amiga.
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