Alguna vez, uno acaba mirando su ombligo,
y aprende a llorarse y también a reírse,
reir... que no de alguien, sino con alguien,
llorar de gloria o pena, de pena o gloria,
y aprender de la lluvia y del sol,
de la lluvia, más o menos oportuna,
en apariencia y en el fondo eficaz siempre,
del sol, más o menos convincente,
pero siempre vital, iluminando a través de la luna
las profundas meditaciones de la noche.
Algunas veces, uno se mira y observa
y ve más acá de sus narices...
Algunas veces, estaría bien, un giro al interior
para ver el reflejo de las estrellas matutinas...
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