Ya no tengo penas, madre,
ni vuelos de suspiros
que atravesaron las continencias
más estrictas de las reservas.
Ya me visitaron los olvidos,
sin dejar mucha mella,
sin dejar mucha herida incandescente.
Ya me invaden momentos de paz,
disfrutando del regreso hacia mi,
hacia la vida con la que sueñan
las madres para sus hijos...
Por eso, madre, a ti que estás en la paz
que ganaste con creces, te cuento:
Ya no tengo penas, madre,
ya vuelvo a ser yo, como tu querías…
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