Como un descubridor que surcó los mares,
navegables, pacíficos, consentidores,
reparé en tu orzuelo, minúsculo, pícaro,
que, cual indicio de pubertad, mostraba tu vitalidad
con delicias de volcán en plena ebullición.
En la mejilla izquierda, una peca, no forzada,
natural, negra, insinuante, sugestiva,
como puntualizando tu esbelta piel morena,
acariciada también por el más radiante de los soles.
En las orejas un lóbulo travieso, unos pendientes...
minúsculos, a juego con el brillo de tus ojos.
Tu sonrisa, incluso cuando lloras,
emerge des del fondo de los suspiros,
y yo, cual Pinzón, me perdí en tu isla,
y tu, cual rocío, calmaste mi sed...
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