Puedo llegar a impacientarme,
porque el amanecer está muy perezoso.
Miro por la ventana...
le cuento a la luna que vaya,
que ya está bien de disimulos de noche,
que ya no aguanto más sin verla,
que ya está bien de soñarla a todas horas.
Por fin, un sol tímido va progresando adecuadamente,
se hace el día, ducha y a la calle,
quizá un café de buenos días,
y luego empieza un tiempo lleno de posibilidades.
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