La veía lejana, inaccesible, en su voz había el misterio de las penumbras encantadas. En su mirada había la delicadeza profunda del lamento apasionado. De sus ojos, como no, se inspiró el cielo para bendecir el mar con los azules más gloriosos. La veía como aquella luz que emerge entre la arboleda y se presencia, cual ángel del amor, en todos mis sueños preferidos...
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