Cada verano acudía a la playa...
con la misma esperanza y la misma ilusión,
con el mismo amor de siempre,
y allí se encontraba con la nostalgia,
con el aroma, con la mirada limpia,
la sonrisa tenue y el abrazo que no abraza,
pese a tener los brazos abiertos.
Allí revivía todos los momentos
de lo que pudo haber sido una mágica afinidad,
y ahora, pese a que sólo quedan los reflejos de la magia,
él acude, puntual, persistente…
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