Parece ser que está de moda odiar a los catalanes, en algunos casos da votos, en otros hace montón y da para la risa de la incompetencia. Todo está montado y debidamente amamantado por la corrupción. Estando en Jaén, en un bar, una señora escucha que Teresa y yo hablamos en catalán, se acerca y, con una sonrisa de oreja a oreja, nos cuenta que tiene dos hijos en Bonavista, aquí cerquita de Tarragona, y que están maravillosamente bien. Gente normal hay en todas partes, aunque últimamente sólo se oyen sandeces disonantes teledirigidas por la injusticia…
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