Llegas como el atardecer,
el esperado, el anhelado,
y lo haces con las manos frías,
pero con el alma tibia...
y el corazón latente,
y yo corro raudo a detener
la progresión del tiempo,
para que no degenere
en incipientes de invierno…
Te cojo las manos,
y casi bailo de contento
al ver la reacción de mis sentidos
y el color cereza de tus mejillas.
Llegas, como la lluvia...
...que alimenta la esperanza.
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