Te llamaré con fuerza,
cerca de un pozo que retruene,
o allá en la cumbre,
entre las nieves del olvido,
para ver si algún eco
me devuelve algún suspiro,
alguna lágrima dorada ya seca.
Siempre sueño que te llamo,
y grito tanto, que a veces despierto,
y me giro, y te veo, y te digo:
Te estaba llamando, ¿no lo has oído?
y tú sonríes benévola, encantadora.
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