dimecres, 23 d’agost del 2017

A los quince años

Me di cuenta que te quería cuando, pese a mis intentos,
no vi salir el sol, mientras en el reloj ya tocaban las doce
y, por la acera, los árboles estratégicos de ciudad,
habían perdido su color de los verdes oxígenos.
Era como un miope sin gafas, sin ver nada de lejos,
y de cerca todo era de un descolorido grisáceo de pena…
La verdad es que con ella se fue toda la luz,
pero también la alegría y la ilusión.
Con ella se fue la vida y eso, a los quince años, sangra el alma,
y pareces morir, hasta la próxima primavera,
donde, como el gato al olor de las sardinas,
uno revive al despertar de los cerezos...

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