Aquella música que hicimos nuestra,
aquel aroma que sólo era tuyo,
y aquel placer en la cortesía eterna
que yo ejercía sin esfuerzo.
Aquel respeto que se precia...
porque emana de un amor sincero,
sonrisa a cambio de nada,
un beso porque sí, y aquí una mano,
y allá un abrazo, sin prisa ni protocolo.
Y así, sin pausa, día a día,
nos regalamos la vida…
Emocionante, ¿verdad?
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