Callejeando por donde no pasan ni los coches,
por lo recóndito de los oscuros,
con ventanas a tocar de mano,
oliendo a tortilla y especias.
La calle es larga, cuelga alguna maceta de la pared,
una farola vieja a la que se abrazaron mil beodos
y algún santo en vitrina que guarda
los paseantes por los indefinidos nocturnos…
La calle es cuesta arriba y en ella no hay bancos,
otras calles con escaleras, la contemplan,
ella llega hasta la catedral, es la Calle Mayor,
y señorea sus mágicas experiencias…
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