Tus ojos deben saber hasta llorar,
y sacar perlas radiantes de felicidad.
Tus ojos, los que encienden el día,
los que dieron luz al sol...
para dar vida al amanecer.
Tu sonrisa, experta en dulces,
debe saber reír en delicias,
todas las simpatías que atesoras.
Toda tú sabes aquello que pareces no saber,
con esa carita donde se recrea...
la inocencia de los almendros en flor.
Pero yo siempre me quedo en los ojos,
soy goloso, y luego sigo...
y no paro, claro, nunca paro.
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