Hoy me he divertido paseando por los santos lugares de antaño, donde acampaba la séptima caballería o donde los apaches gritaban entre bailes y rituales de combate, rodeando al fuego de sus flechas. Vi nuestro campo de fútbol, ahora molino de arroz y solar, y he recordado los partidos a pleno sol, después de las comidas, y a mi madre… que siempre, infalible, me venía a rescatar para hacer la obligada siesta, recomendada por todos los doctores del tiempo.
Donde había un cine, una plaza, y de monumento la máquina que pasaba las cintas, con adornos de celuloide metálico. En el bar de enfrente, donde el dueño nos trataba de maravilla, pisos sobre el asfalto indefinido de otras casas. Mi tío y mi padrino ya no viven, ya no tenemos el bar de la familia. Mi madre tampoco está, aquí ya no tenemos la tienda de cacharros. Delante de mi casa hay otra vacía. Pienso ahora en la energía, que ni se crea ni se consume, sólo se transforma, dicen, diría…
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