Me he desrizado por completo, y me pasé la plancha, en plano,
puse la espada en la vaina, y lo hice a la primera, seguro,
caminé por la raya imaginaria, y guardé el equilibrio, lúcido,
pretendí subir en globo para restar espacio a lo no hecho,
y casi me subo en el pajar para ensayar el vuelo fingido,
pisé a fondo el acelerador y me estrellé en la inconsciencia,
aquella a la que conduce el descontrol, y no me bebí los restos
porque los vasos vacíos son clarividentes y en las noches alumbran misterios,
y me quedé sin camino y sin ventana de aire fresco,
por donde entran las musas, y me quedé sin luna, llena,
y, en un alivio de reflejo, a ras de suelo de la puerta, me enfilé,
rayo minúsculo, y me hice pequeño, inexistente, como la ignorancia,
y me fui por lo etéreo, fugaz y volátil…
y tras la lluvia brota el tallo y la vida rueda en espiral…
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