Pasé de los arrecifes de ensueño, donde los peces Nemo payasean,
a las semicumbres sin borrasca, donde anidan los ruiseñores
y los canarios señorean ufanos.
Me senté en un claro del bosque, donde un hilo de agua oportuna,
cúmulo de rocíos, lágrimas, suspiros licuados en ansias,
fertilizan las entrañas de la tierra, el bosque huele a sombra,
a fertilizante y humedad.
Hay que agudizar el oído para escuchar la paz…
i, en un momento, levanté la vista y me fui a ver el mar cercano,
y me fundí en su abrazo de sal, en su aroma de oculta potencia,
en sabores y soles de arena, en azules de cielos serenos.
Desperté bajo el pino del patio, con nidos diversos con trino,
palomas, tórtolas, y hasta un gallo que, pequeñajo y saltarín,
vuela y cacarea cual gallina ponedora.
Me presencié en mi cuarto fresco, donde vislumbro y sueño a gusto,
y paso de los arrecifes de colores a los colores de otros arrecifes terrenales…
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