dimarts, 5 d’agost del 2014

Quién no escribió su poema final...

Maltrecho y malherido, desolado, con apenas un atisbo de aliento
con que abastecer la sombra del olvido.
El fracaso se pinta de oscuro y de rincón
por donde no pasa el nervio de la vida en luz…
Después del no, al adolescente, se le acabó el mundo y el aire,
ya no participa de las risas, ya no era parte del murmullo,
ya no habitaba el parque florido porque su aroma,
 que creyó definitivo... prefirió otros aprecios a los suyos.
No sé si han visto a la euforia tumbada y cejijunta, sin recreo,
hundida después de chocar con el muro, insalvable, único, definitivo.
Feliz aquel, la mayoría, que comprende que, en la juventud,
vuelve la vida para aquel que creyó morir de pena y desaliento, en soledad…
Metidos ya en las ondas y túneles, aquellos con salida a la luz,
se dan cuenta que la vida sigue y, a pesar de los pesares,
levantamos la cabeza y nos subimos en el coche soñado.
Se llama esperanza y sobrevive a las más inesperadas ondulaciones…

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