Cae la noche en la quietud de la montaña, costó lo suyo pero…
al fin solos, esta vez se fue la montaña, quedamos nosotros, abrazo.
Tus ojos, cual luciérnagas, guían mi camino justo…
tampoco hay bosque ni aroma, ni mar ni horizonte perdido…
Pero estás tú, que lo suples con creces, que eres mi gloria, mi logro y sentido.
En ti están las hierbas y las flores, en ti brotan amores de árbol,
de ti nacen los ríos del deseo, los mares atractivos de la concordia,
los más preciosos océanos, donde acampan eufóricos los besos.
En la noche nos sentamos, tu y yo, en la montaña,
en un ayer perdido hacia la noche, y esta vez se marchó la montaña
y, desde entonces, eres pino y cielo, gacela y tomillo, romero y ardilla…
desde entonces eres mi siempre, con todo, con genio y con alma,
porque en ti habita la playa de los sueños,
con tanta sal y sol y cielo que no importa… la montaña.
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