Enamorado del sol de invierno, deambulo, más bien peripateo, sin pretensión ni destino, solo me aparto de las frías sombras y de los pasillos del viento que, cual ríos desbocados, van ya azotando los árboles y el material urbano. Busco el sol de invierno, paseo por los tinglados pegado al mar, me siento en un banco contemplando el azul de cielo entre los yates de los ricos. Amo el sol de invierno, es como un sobreabrigo que el cuerpo necesita y agradece para paliar los fríos impertinentes del mes de enero…
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