Me gustan los parques, los jardines, las ventanas con flores, los paseos que dedican zonas para acercarte la naturaleza rural a la ciudad. Las eternas suculentas, todas las margaritas en sus aspectos variados de tamaño y colores, las osadas flores de acantilado, ejerciendo su justo derecho a tal mecanismo de defensa. Una flor de interior que parece de la familia y me recuerda que, si estuviese mi madre, le hablaría sin reparos. Me emociona ver los mares de trigo, pero todavía más el verde intenso de mis queridos arrozales del Delta del Ebro, en Deltebre...
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