Su voz era pacífica, dulce, clara, sugerente, comprensible… Hablaba despacio, hasta bajito, y lo hacía ex profeso para que los alumnos agudizasen su audición o, en su defecto, mejorasen sus silencios. Era todo un ejemplo para los profesores que alguna vez hemos gritado como un miserable recurso del insuficiente… Era un cúmulo de sapiencia y te bendecía con su saber y cuando te dejaba lo hacía haciéndote sentir que eres un genio…
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