Siempre recuerdo que la primera vez que vi el mar, me dio miedo. Quién me iba a decir a mi, que luego sería mi refugio, mi rincón de pensar y expresar emociones… Lo adoro en invierno, lo siento más mío, más propio del recogimiento, más certero en la transmisión certera de su íntima lluvia de lágrimas. A veces, parece furioso por tanto desprecio, otras, se deja querer y es dócil, pacífico, encantador, un amor.
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