La tos de Teresa es de contrabajo, de garganta profunda, de una gravedad noble, de clase, propia del que declama verdades poéticas… La mía es más bien de violoncelo, propia del ex fumador que retiene la herencia como pago de un placer que no debió permitirse… Juntos, y en algún despertar en la noche, nos deleitamos en manido concierto, de agudos mostrando chillidos de auxilio y de graves callando surtidos de alivio. Vamos mejor, pronto no habrá concierto de toses…
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