Pobre de aquel al que las nubes ya no le transmiten,
las brisas ya no le llevan mensajes,
las flores no le cuentan las nostalgias de la primavera…
Pobre de aquel al que los sueños ya no le sueñan
y se le seca el suelo y el alma…
Pobre del que no goza del vuelo de los flamencos,
en la paz de la inmensa llanura, toda amarilla…
Feliz aquel que no es pobre en deseos, en esperanzas,
en amaneceres, en lunas llenas y en otoños,
en bosques libres y en mares abiertos, en ríos nerviosos…
Feliz aquel que, apartado del mundanal ruido, le encontró el amor
y, en su regreso, contaminó el entorno de sol…
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