En la peluquería suelo cortarme el pelo al cero o al cero y medio, y luego me arreglan mi barba de jubiladísimo y tal… La sorpresa es que últimamente me preguntan, al final, si quiero que me laven la cabeza, o sea la cabeza sin pelo. La verdad es que dije que sí y, ¡oh sorpresa!, unos dedos mágicos me hicieron el mejor masaje craneal de mi vida, el mejor y el primero. Ahora ya es habitual… todo un placer.
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