diumenge, 30 de setembre del 2018
Dos vecinos entrañables
En mi rellano vivía un matrimonio mayor, joviales ellos, con una simpatía y vitalidad envidiable. Salían a caminar cada día por los tinglados, y nos encontrábamos en los bancos de descanso y charlábamos en paz, tranquilamente. Un alzheimer feroz, casi repentino y acelerado, se cebó en la señora, pero el marido la llevaba igual de paseo en una silla de ruedas, y así lo hizo hasta que no hubo más remedio que internarla para que pudiese ser atendida adecuadamente.
Ahora, él cada día coge el autobús para ir a visitarla, y me cuenta que está radiante y muy bien atendida. El otro día le pregunté si lo conocía, y me dijo que sí, o eso es lo que cree... pero lo que yo creo es que él sí la reconoce, y en cada mirada hay una proclama de todos los momentos de felicidad acumulada.
A veces la vida es una sombra, una maldad, una ficción, como dijo el poeta, pero pese al acoso y derribo de la belleza y realidad de esa convivencia, ese hombre, inmenso, entrañable, de una integridad absoluta, ha hecho de su amor un testimonio, y se le ve feliz, en sus viajes diarios con el bus de las 10:7 h, como aquel chaval que va a la oficina para ver al amor de su vida. Gran lección.
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