La playa está llena a rebosar,
la gente viene y se queda,
pese a los rebuznos mediáticos,
dictados por el odio sugerido.
Algunos no tienen mar,
y se asombran ante la inmensidad.
Lo azul se llena de miradas,
y parece jugar con cada interrogante.
Mi mar de invierno, para mi solo,
cerca de un acantilado, agua clara,
y luna bañándose,
con algún deje soleado de prestado...
Mi puesto de mando,
más bien de observación,
es como aquel rincón de pensar
al que mandan a los niños,
sólo que a mi me encanta
y vengo voluntario…
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