He pasado cerca de mi bici,
sola, allá en un cuarto oscuro,
está sin brillo, deshinchada,
con la rueda ladeada, cansina.
Hace tiempo que no nos vemos,
que no salimos, ni nos pensamos,
ya no hablamos ni de la energía...
con la que me halaga habitualmente.
Le cuento del calor del verano,
de las vacaciones, del precioso viaje,
y de todas las excusas posibles,
y ella, con una mueca triste,
me habla de horarios, del tiempo...
Ella me quiere, no lo dudo, y yo, a veces,
la cambio por un sofá, con café y libro...
Mi conciencia y ella me recuerdan
que hay un tiempo para cada cosa,
y que cada cosa tiene su tiempo...
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