En una noche sin luna, ni nubes,
me subí a una estrella soberana,
que me hacía guiños insinuantes,
y me tendía reflejos seguros,
caminos cómodos de luz radiante...
Allí esperé el amanecer,
que llegó temprano y propicio,
como espacio idílico de contemplación.
Tú madrugas sin ruidos y, casi sin querer,
muestra la solemnidad...
de tu sencillez arrolladora,
y yo estoy al quite, sin perder detalle,
y te acerco mi asombro y compungión,
tú sonríes, y yo…
hago como si pasara por allí.
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