Ella se ponía roja al verme
y bajaba la mirada, sumisa,
como escondida entre el fuego,
como volatilizada entre sus suspiros,
mezclados con los míos, anhelantes.
Yo me ponía verde de ver mi timidez,
casi a su altura...
Parecíamos remar en dirección contraria,
cuando el sentido y el sentimiento era el mismo.
De todas formas, me hacía gracia...
ver su turbación, su carita preciosa,
escondida en alguna parte,
desde donde sólo me veía... a mi, en exclusiva.
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