No me pintes oscuros en el amanecer.
Conduce a buen puerto mi esperanza.
No hagas de tu ausencia una permanencia,
ni de los desvelos una pena activa.
No me sueltes nubarrones de fuego,
ni gotas de luciérnaga aparentando estrellas.
No me hables en susurros maliciosos.
No me cantes ni me cuentes cuentos,
a modo de sirenas altamente maliciosas.
No hagas que mi vida alucinada se instale
en las dudas y sus peores pistas y desconsuelos.
No me vendas paciencia y desespero,
que acelero sinsabores y vacíos.
Deja la noche... y hazme tu mejor día.
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