El verano le trajo jaca nueva,
al corcel viejo y activado,
conservado en mil alcoholes.
El lagarto, con piel de lagartija,
escondido detrás del neón de la disco,
aparecía experto y jovial, convincente,
en la noche de los excesos de diseño.
Tenía niña cursi, con pretensión...
de experta en vida y en noche,
pero no era más que una pipiola,
mostrando insuficiencias y tragando, ingenua,
los humos de su inconsciencia febril.
Duró, como dijo Sabina,
lo que dura un hielo en un whisky,
luego vino el amor, aunque fue de verano,
de su misma edad y... sin razón aparente.
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