Hay días donde los hormigueos no son de mariposas y no son los mejores. Uno se siente como aquel barco de Lepanto, incapaz de vencer los elementos y las inclemencias que se presentan sin previo aviso, como aquel tanque en un desierto de dunas y pantanos que chirría en los llanos con verso, el ave que vive su primer invierno, el oso sus hielos, la vida sus contras… Siempre el impulso aterriza por los campos de la realidad y sus puertas de casas con ventanas altas, de miras diversas. Hoy no es mi mejor día… uno es uno y sus circunstancias pero, a veces, ésas no dependen de uno.
Ya se sabe, no son todo ruiseñores, ni músicas de Mozart en los entornos, pero cuando te acostumbras a sintonizarla te da bate al corazón, sobretodo por los intérpretes, y también por tu paz y fe en las felicidades circundantes. Veremos cómo rueda la rueda… por nuestra culpa nadie va a llorar. Que los hados sean propicios, que impere la razón, aquella que siempre es la mejor… y se llama amor. De todas formas, repito, hoy no es mi mejor día, me acompaña la impotencia, pero también la esperanza y una fe inmensa, total.
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