La venganza se sirve en plato frío, dicen,
como postre eterno, placer de dioses,
de aquellos más mundanos y sádicos.
Cuentan que se gesta plácida y lenta
por entre los efluvios flácidos de la maldad,
y se recrea entre las malas babas
regalándose improperios y toxinas,
cebándose, cual cerdo insaciable.
Dicen que pulula por los bosques del odio
y se carga de razones y cansancios.
Apuntan, también, que es calculadora,
que se toma su tiempo y lo goza,
y lo vive, y lo cata, y sonríe,
en silencio, sus sueños mordaces…
Se cree justa y práctica, precisa,
nada de estar sentada en la puerta de casa
a esperar que pase el cadáver de tu enemigo.
La estrategia es letal, será oportuna
y, en justa correspondencia,
me las pagas todas juntas,
en un golpe mágico de justicia…
y ya estamos en paz.
Dicen, cuentan, hablan… las lenguas,
y algunos hablamos de oídas.
Quizá, seguro, alguna vez,
me vengué del sueño y del hambre,
que no de los sueños y el deseo.
Quizá, seguro, siempre quise entender
y, de venganzas, ni me perdí en el intento.
Posiblemente, alguna vez, me recompenso…
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