Uno vino con su novia, preciosa, otro con uno ochenta, licenciado. Hemos recordado a los ausentes, a las andadas de todos por las acequias y el río. Mi hijo tenía una balsa en el patio de casa y allí se recreaban con la metamorfosis de la rana, gozando de cada paso… Les he recordado que, una vez, me llevé todo el proceso para explicarlo en clase y fue todo un éxito, tanto de comprensión como de expectación.
Hemos recordado que se metían seis o siete en una habitación pequeña, que en nada olía a tigre y a pies, que se extasiaban con sus maquinitas y que tenían un maravilloso trato que les ha dejado una muy buena relación de por vida, amigos. Algunos se encontraron estudiando y se bifurcaron en especialidades, pero siempre fue mi casa el lugar de reencuentro afectivo. Hoy hemos recordado viejos tiempos, los chicos están espléndidos… ¿y quién no a los veinte y pocos?
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