Burgos, la madre de las catedrales, bella por fuera, hermosísima, pero en su interior es como ver pasear el arte, como si nada… te faltan ojos u alforjas cerebrales para ver y almacenar tanta hermosura, tanta calidad, tanta manifestación artística por metro cuadrado…
La emoción va subiendo. Llegamos a Reinosa y a Fontibre, donde nace nuestro río Ebro. Más belleza… con ranas, patos, pollas de agua, gente del pueblo, otro asador… ¿se puede pedir más?
Estamos en Santander, he visto el mar… Dicen que es como el nuestro, pero éste, generalmente, más cabreado. Descansamos un poco, después peinamos lo que más nos atraiga. La ciudad en sí, justa, pero las playas del Sardinero, el campo y toda su zona es de primer nivel.
Donostia tiene buena estampa y, aunque en un principio me pareció menos mágica de lo que me contaron, después de catarla y recorrerla, te llega la plenitud de sus sabores… La Concha y las vistas desde el faro son toda una delicia, como las construcciones. Tarde - noche de tapas, única.
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