No encontré a mi genio,
aquel que dicen que duerme en el alma.
Quizá no lo tuve, o se marchó
buscando un mejor fondo de reposo,
o se aburría en la escasez de los reclamos,
o en lo expuesto de sus proclamas,
o en lo solemne o lo inoportuno
de cuando le abría, supuestamente,
la puerta para mis auxilios ansiados.
Dudo si lo tuve por mis reflejos lentos,
aquello que llaman agilidad mental
y que es como una especie de munición
a punto para la gente que, más que hablar,
dispara dardos certeros a los egos opuestos.
Si alguna vez lo tuve, era lento,
de efectos retardados, inservible,
como invitando a la reflexión,
como mi vía propicia y mejor.
Al final, acabé presumiendo de ello y solía decir:
"No tengo prontos, de aquellos que pican y matan
pero, si las circunstancias me conceden
un tiempo prudencial, puedo con cualquiera
y, además, no me llamo Angelito Modesto".
Bien, amigos, que no se les duerma el genio
y que sea justo, práctico, oportuno…
Ustedes son geniales… con genio.
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