dissabte, 26 de juliol del 2014

Beber

De Donostia me quedo con sus noches de calles transcurridas, multitud… sus músicos callejeros, espontáneos, algunos con calidad de teatro de pago, simpatía y entrega, fiesta, bullicio. Se hacían notar, gritaban sin control, mandaban las cervezas sin medida… eran seis, veinteañeros o menos. Dos chicas… una, preciosa total, de fina y escultural estampa, la otra, más discreta, con acordeón- ellas parecían menos bebidas, controlaban, un suponer, la situación… los chicos apenas se sostenían, se aguantaban los unos a los otros mostrando sus ojos de cariño, hinchados y lacrimógenos, perdidos. De vez en cuando, uno, como poseso, lanzaba un grito, largo y agudo, a favor del Atlético de Bilbao. Se paraban…el de la pandereta musicaba las réplicas a favor del equipo, y en el reinicio ladeaban inseguros. Sólo cerveza, rellenaban fácil. No les vi comer, sólo sed. Jóvenes, muy jóvenes, demasiado… quizás no sepan, o sí, que la peor sed es la de justicia social. Acaso es por eso que beben, a lo mejor…

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