Tú, feliz compañía
de la fe, del amor y del trabajo,
las tres que el alma mía
virtudes altas a la vida trajo…
Tú, silencio elocuente
que en el campo bienhechor asilo
hablas grave y sereno,
sabio maestro del pensar prudente,
padre fecundo del amor tranquilo,
fiel confidente del sentir austero…
Y tú también, jugosa poesía
de ese rico soñar del alma mía,
de ese vivir en el hogar templado
de ese cantar en la alameda oscura,
de ese dormir en el regazo amado
de la conciencia pura, que arrulla
el sueño del varón honrado…
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