Me gustan los caminos del bosque, aquellos que se bifurcan y que no llevan a ninguna parte, sólo hacia lo más húmedo y frondoso del interior profundo y natural de un bosque repleto de vida. Pinos con ardillas, algún valle donde corren una manada de jabalíes, palomas torcaces, romeros, tomillos, lavandas, incluso alguna amapola asoma deliciosa, la hermosura de una encina presidiendo un campo con caballos, pájaros cantores en un rastrojo de un trigal cercano y cerca, ya saben, una hermosísima fuente, nenúfares con rana…
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