El mes de agosto toca a su fin... con él se van los tiempos sin tiempo, las olas de calor y, lo que es peor, las olas de mar que tan bien acarician. Los maestros ya terminan de cargar sus pilas de paciencia y de saberes, ya oyen los gritos del patio, ya huelen los libros nuevos, ya aprecian a sus nuevos alumnos, o los que les toquen. Recuerdo los buenos propósitos de cada inicio de curso... no gritaré, escucharé más y, sobretodo, procuraré no fallarles, estaré a su lado y procuraré ser fiel a aquella frase que dice: “He vivido como un niño, para enseñar a los niños a vivir como hombres”...
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