¡Dios mío y ese es aquel! ¡Dios mío y esa es aquella! decía el poeta... Los años te pueblan, a veces de kilos y canas, y otras de huesos y nieves, y aquel que era un lince incansable es ahora una calma dorada, doctorada en paciente sosiego, y aquella que era como un pimpollo de variadas hermosuras y talentos maravillosos es ahora una obra de arte histórico, propia de un rico museo valioso…
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