Admiro a la gente que tiene fe, viva, activa, y se entrega a vivir la vida, dándose, es decir, dando lo mejor de sí mismos a los demás. Me encanta la buena gente... aquella señora que se para en la esquina donde hay la Virgen que venera, y se santigua, y me sonríe, como quien dice: “He saludado a mi amiga, ella siempre me espera”. Aquel señor disminuido físico que también reza y sonríe, y da vida y esperanza a sus vecinos. Dentro del respeto que me merece casi todo el mundo, uno especial a la buena gente, tanto si tiene fe como si no la tiene, ¿verdad?
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