Cierro los ojos y te veo en la roca solitaria,
cerca del acantilado donde el mar estalla su cansino oleaje.
Tus cabellos largos, rubios, tu mirada perdida...
tu lágrima incipiente, alojada allá en un párpado de nácar,
todo un conjunto dejado ir, como el que ha llegado al destino,
sin encontrar las soluciones deseadas…
Formas parte del paisaje y, al cerrar los ojos,
veo mi sueño meditando, dudando, posibilitando...
y yo entro en el concurso, en la esperanza, esperanzado, vivo.
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