Te dirán mil cosas,
pues hice quinientas o más,
pero no era yo, era un velero...
sin viento, sin patrón,
y, sin embargo, a la deriva,
sin más rumbo...
que el derrumbe del ido,
que perdió el “oremus”.
Si te dicen que caí
por la pendiente de lo fácil,
puedes creer que no me enteré
del cómo, sólo me interesaba
aquel atajo seguro
que lleva al abismo,
y allí, sin ti, y sin remedio,
abrazar la oscuridad
y no despertar...
¿Para qué?
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