En uno de mis paseos habituales paso por tres parques infantiles, normalmente paso a deshora y están vacíos, están como tristes, como con un vacío lleno de la esperanza en que los niños ya acudirán raudos, en sus tiempos libres. Recuerdo algún sábado o domingo, cuando están llenos, padres y abuelos, griterío de niños jugando a todo, siendo todo insuficiente, porque los niños nunca tienen bastante de nada. Un parque vacío, yo cierro los ojos y lo lleno de niños y esto es toda una maravilla…
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