Era un artista, un poeta, un ser que parecía codearse con la belleza, como aquel que siempre se conduce por este hábitat tan natural. Mi padre hacía arte en su huerto, surcos magistrales, sembrados y plantas, delicadamente conseguidos. Era un amante de la poesía que solía recitarnos en sus espontáneas exclamaciones, siempre cargadas de ternura y simpatía. En la música, se extasiaba con los flamencos melódicos y, sobretodo, con los tangos de Carlos Gardel, del que era un fiel y cómico admirador…
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