Ni sé si es que he perdido el tiempo, o lo he ganado, el caso es que me he detenido a mirar una flor, despacio, sin prisa, aprovechando que el sol le daba de lleno y aumentaba su belleza. Después he observado parsimoniosamente una paloma macho, de esas que parecen pavonearse para proclamar que están dispuestas para el amor. Uno, jubilado y tal, tiene tiempo para detenerse por los muestrarios de vegetación mediterránea y, de todos ellos, me pueden los romeros, a los que les paso la mano por encima y me la acerco a la nariz para captar su impagable aroma. Sentarse frente al mar y bailar con las olas… como hacen los delfines.
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